Agobiado, un sujeto le confía su pena íntima a un amigo:
— Estoy muy preocupado. Imagínate que cada vez que hacemos el amor, mi
esposa se desconcentra y pierde el interés. Estoy desesperado. ¡Ya no sé qué
hacer!
— ¡Hombre!, responde el otro. "¿Sabes que a mí me
pasaba lo mismo con mi mujer? Pero encontré la solución. Y fue así como una
noche estábamos haciendo el amor, y noté que ella estaba perdiendo el interés.
Entonces, saqué mi pistola y ¡tas!, eché un tiro al aire. Has de saber que como
consecuencia del susto tan tremendo, mi mujer se excitó de nuevo, y terminamos
genial. ¡Haz la prueba! Toma, te presto la pistola.
Al poco tiempo se encuentran los dos amigos.
— ¿Y qué? ¡Cuéntame! ¿Cómo te fue con mi técnica?
— ¡Ni me hables!, responde espantado el otro, aún mucho más deprimido que
antes.— ¿Y eso? ¿Por qué? ¿Qué ocurrió?
— No te imaginas. Estábamos haciendo el 69, y cuando observé que mi mujer estaba desanimándose, efectivamente, saqué la pistola y ¡tas!, eché el tiro al aire.
— ¿Y entonces?
— Pues, hermano, del susto tan hijo de puta, la desgraciada se vino con una diarrea y me cagó la cara.
— ¡No me digas! ¡Qué asco!
— Pero, además, me mordió un testículo.
— ¡Terrible! De veras, lo siento.
— ¡Ufff! Y eso no fue lo peor…
— ¿De veras?
— ¡Sí! Para completar, del armario salió un cabrón desnudo, fumando, con las manos arriba y pidiéndome perdón.