lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Cómo te llaman tus hijos?

Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios, sino como un reglamento de la Federación de Fútbol.

Imperaban normas estrictas de educación: nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo, porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre...

La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba al novio, volvía a vestir falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.

—Padre: ¿quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber al buey?

¡Qué barraquera era el padre!

Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en el papá. El mero sustantivo era una derrota.Padre es palabra sólida, rocosa; papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero. Demasiada confiancita. Además -segunda derrota- "papá" es una invitación al infame tuteo. Con el uso de "papá" el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre:

—Pero, ¡papá, me parece el colmo que no me prestes el carro...!

A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumaraen su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo y media jeta, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a casa y a organizar bailoteos y bebetas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban:

—Bueno, tranquiliza saber que están tomándose unos traguitos en casa y no en quién-sabe-dónde.

El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la salamirando el televisor, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a coger el teléfono sin permiso, y a sustraer billetes de la cartera de papá, y a usar sus mejores camisas. La hija, a salir con pretendientes sinchaperón y a exigirle al papá que no hiciera mala cara al insoportable novio y en vez de "señor González", como habría hecho el padre, lo llamara "Tato".

Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha. Nada comparable a la figura procera del padre. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o plata prestada.

Y entonces vino “papi”.

Papi es invento reciente, de los últimos 20 o 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica.

—Papi, me llevo el carro, dame para gasolina...

A papi lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en la cocina. A papi le quitan todo: la tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la rasuradora eléctrica, el computador, las llaves...Lo tutean, pero siempre en plan de regaño:

—¡Tú sí eres la embarrada!, ¿no papi?

—¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan!

Aquel respeto que inspiraba padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi:

—¡Oye, papi, me estás dejando acabar el whisky...!

No sé qué seguirá de papi hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro. Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de hijos, mis nietas han empezado a llamarme "bebé".

Por Daniel Samper Pizano

martes, 22 de septiembre de 2009

jueves, 10 de septiembre de 2009

Una de Diego Maradona

Agobiado tras las derrotas argentinas a manos de Brasil en Rosario y de Paraguay en Asunción, que dejan a sus dirigidos prácticamente por fuera del Campeonato Mundial 2010, Diego Armando Maradona regresa a casa mal trajeado, con una gorra de miliciano y con un crucifijo al cuello, fumando un habano, enfundado en la camiseta del Boca Júniors, y gritando como un loco de atar:

—¡Mi amor, mi amor! Primero que todo, no vas a recriminarme por lo ocurrido en las eliminatorias. Yo sé que vamos a clasificar. ¡Sea como sea! Así toque comprar al árbitro. Pero, ahora mismo, ese no es el asunto, vieja.
—¿Y entonces, cuál?, pregunta expectante su sufrida esposa, Claudia Villafañe.
—El asunto es que tengo un par de noticias para contarte, dice ansioso el ídolo de los argentinos, mientras deambula compulsivamente por la sala.
—¿Ah, sí? ¡Contáme, querido, contáme! Deben ser dos cosas extraordinarias, pues ni en la tele, ni en la radio, ni en la prensa he visto nada, propone ella, también llena de ansiedad.
—Una es una noticia buena y la otra es mala, dice Maradona, rascándose la cabeza.
—¡Comenzá por la buena, querido!, propone la señora. "¡Ya, decime ya, que me muero de las ganas por saberla! ¡Contá, querido, contá, que me orino de la dicha!".
—¡Está bien, Claudia! La buena es que he dejado la droga...
—¡Qué noticionón tan bárbaro! ¡Eso me hace feliz! ¡Es lo mejor que he escuchado en mi vida!, festeja ella, saltando de júbilo, incontenible. "Ahora, viejo, contáme la noticia mala".
—¿La mala? Bueno, che, sí, dice Maradona bastante contrariado y meditabundo. "Sí, te la voy a contar. ¡Y es que no me crean tan pelotudo, tan marica, pues ahora no sé dónde gran putas la dejé!".

lunes, 7 de septiembre de 2009

Cámara escondida

Hacer clic aquí
http://www.youtube.com/watch?v=tDAmMGjLSlk&feature=related

Test Presidencial

En ocasión de la cumbre de UNSASUR celebrada en Bariloche (Argentina), los presidentes de Colombia, Brasil y Venezuela aceptan someterse a un test de inteligencia y de cultura básica.

Para comenzar, el presentador se dirige a Álvaro Uribe, toma al azar una tarjeta y procede a leerle la pregunta: "¿Quién es el colombiano más famoso en el mundo y en la historia del Siglo XX, el hombre que realmente le cambió el destino a su país?". A lo cual el mandatario colombiano responde con altivez: "¡Hombre, por Dios, mijito, eso ni se pregunta! ¿Quién será? ¡No me saque la piedra!, ¿sí? ¿Cómo se le ocurre preguntar semejante cosa tan obvia? ¡Eh, Ave María, pues! El personaje y el determinante de ese tremendo cambio fue —¡ni más ni menos!— mi paisano Pablo Escobar Gaviria, cuyo primo hermano, José Obdulio Gaviria, por cierto, ha trabajado en mi despacho. ¡Con eso le digo todo!".

"¡Muy bien, muy bien contestado, señor Presidente, pero, con todo respeto, no es para enojarse tanto!", comenta el presentador, entre diplomático y resignado.

Corresponde luego el turno al presidente Luiz Inázio Lula, de Brasil. "Por favor, saque su pregunta, Presidente", sugiere el presentador. Aquí la cuestión está relacionada con los deportes. A lo cual interroga el moderador: "¿Cuál ha sido el mejor futbolista del siglo XX?". Sin vacilaciones, Lula contesta con una sonrisa de oreja a oreja: "¡Obvio, es Edson Arantes Do Nascimento, el gran Pelé!". A ello, el maestro de ceremonias lo felicita: "¡Muy bien contestado, señor Presidente!".

En la urna del concurso queda una última tarjeta, y el presentador le dice al jefe del Estado de Venezuela: "Es la suya, señor Presidente Hugo Chávez, y tiene que ver con Historia Universal: ¿Quién fue el gran comandante general del ejército francés que combatió en la célebre batalla de Waterloo?". Por supuesto, la respuesta aguardada era: Napoleón Bonaparte.

Entonces, Chávez se rasca la cabeza, se pone nervioso y reclama entre serio y en broma: "¡No joda, vale, a mí me dejaron la más dura! ¡Nooo, así no se vale, coño! A ver, a ver..., espérame contesto...". Confundido, mira de reojo a su amigo y canciller, Nicolás Maduro, miembro de su delegación. Ante la angustia del mandatario venezolano, y tratando de no ser visto por el presentador, Maduro le hace gestos a Chávez para que mire hacia una botella de brandy Napoleón, dispuesta sobre una nevera que hay dentro del recinto.

Bañado en sudor, Chávez mira y remira la botella sin poder descifrar la clave de su asesor. En verdad, le cuesta interpretar la seña. "El gran general de la batalla de Waterloo fue..., fue...", titubea Chávez, en minutos que tardan una eternidad, "fue..., fue..., ¿qué les digo? Fue..., fueee....", y meneando la cabeza mira la botella y mira la nevera, y sigue mirando la botella y la nevera, mientras con creciente desespero se rasca y se rasca la cabeza y continúa vacilando, sin hallar nunca la respuesta adecuada, ante la impaciencia en aumento del auditorio.

De pronto, en un alarde de audacia y de inspiración divina, Hugo Chávez lanza un estrepitoso grito de júbilo bolivariano, y orgulloso y sin vacilar empieza a responder con su voz de trueno: "!Ya, ya, camaradas, ya sé! ¡No me pudieron joder! ¿Ah? ¿Se fijan? ¡Me los papié, maricas, me los cagué!". Y suelta sonora carcajada, que seguramente debió escucharse hasta en Managua y La Habana.

Atónito, el auditorio queda sumido en un mar de silencio, expectante, como petrificado. Hasta cuando con aire de triunfo, Hugo Chávez, enloquecido, pega cinco saltos consecutivos, con lo que echa al suelo gran parte la escenografía del recinto en medio de un terrible estruendo, de un corto circuito y de una nube de polvo, luego contiene la respiración y, seguro de su agudeza mental, clama a voz en cuello, mientras hace pistola con ambas manos: "¡Cónchale, vale, claro, hijueputas! ¡El gran héroe de ese mierdero —¡esto no es nada!— que fue Waterloo, resultó ser nadie menos que... ¡el General Electric!".