—Bueno... Pregúntale a tu madre si se acostaría con otro hombre por un millón de dólares.
Entusiasmado, el niño obedece y pone en práctica la instrucción de su padre.
—Mamá..., ¿te acostarías con otro hombre por un millón de dólares?
—¡Por supuesto, hijo! Eso ni se pregunta, ¡gran pendejo...!
—¡Papá! ¡Papá! ¡Ella dijo que sí!
—Bueno..., ahora anda y pregúntale a tu hermana...
—María, ¿te acostarías con un hombre por un millón de dólares?
—¡Claro que sí! ¿Adónde hay que ir?
—¡Papá! ¡Papá! ¡Mi hermanita también dijo que sí!
—Vale, y ahora pregúntale también a tu hermano mayor.
—Paco, ¿te acostarías con un hombre por un millón de dólares?
—¡Pues claro, hermano, ya mismo! ¿Quién es el tipo?
—¡Papá, papá, él también ha dicho que sí!
—¿Ves, hijo mío?
—Pero, ver ¿qué, papi?
—Muy sencillo, hijo. Ahora podrás comprender que virtualmente tenemos tres millones de dólares, pero que realmente sólo tenemos un par de putas y un maricón en casa.