martes, 28 de julio de 2009

Una noche cualquiera....

Los años inexorablemente habían pasado con una rutina diaria que invadía el hogar, y una noche, de esas tantas noches largas, indiferentes, monótonas, iguales, repetidas, corrientes, ocurrió algo verdaderamente inusual... ¡Nada que ver con nada!

Y fue así como, de repente ella, que estaba medio dormida, sintió que él la acariciaba... Primero fueron caricias tímidas, periféricas, como si tuviera pudor... Luego las caricias fueron subiendo de tono y de intensidad.

Cada vez más, por todo el cuerpo las manos de él la recorrían a ella de arriba abajo y de abajo hacia arriba, por los costados, de modo diagonal, en sentido transversal, en todas las direcciones, como si con ello quisiera abarcarla toda, como hacía años no pasaba... Ella no pudo pensar, pero supuso que, bueno, después de tres largos años esta vez... En fin, no había lugar para las especulaciones... Lo evidente no necesita comprobarse.

Sensaciones que creía olvidadas volvían. En plena ebulliciòn, su cerebro recordaba, evocaba, presentía, añoraba, sentía y, en fin, ayudaba... ¡Cómo no ayudar, cómo no participar! Las caricias se amontonaban y repetían, él la levantaba, la daba vuelta, ahora era un auténtico torbellino de sensaciones indescriptibles... Y de repente.., ¡nada!

Sí, en efecto, ¡nada de nada!

—¿Qué paso, mi amor? ¡Seguí, por favor, seguí...!, clamó ella. "¡Quiero más! ¡Más, más, mucho más...!"
—Shhhh…, la calmó él, con voz reconfortada y firme. “Ya está..., ya, querida….”.
— ¿Y cómo que ya está? ¿Cómo…? ¿Ya?
—Sí, querida. Ya, ya, calma...
—¿Yaaaaaaaaaa?
—¡Claro que ya! Ya encontré el control remoto. Seguí durmiendo.