sábado, 22 de agosto de 2009

Video-chistes de Castro, Chávez, etc.

Con un simple clic sobre el siguiente enlace en color azul puede accederse a todo un universo de chistes sobre muchos de los protagonistas de la Historia del continente, como Hugo Chávez, Fidel Castro, etc.
¡Disfrútenlos!

http://www.youtube.com/watch?v=0WHqwenaz6I

martes, 18 de agosto de 2009

El buen marido

Por una inquebrantable tradición de ya más de veinte años, cuando mi mujer y yo acostumbramos a salir, siempre caminamos tomados de la mano. Hasta ahí todo es armonía. Sólo que, si por un instante la suelto, ella se pone a... ¡comprar, comprar, comprar y comprar, de manera compulsiva!

A propósito, ¡cuán paradójicas son las cosas del consumismo en esta modernidad, y en particular cuando se tiene todo en busca del bienestar, e inclusive más de lo necesario!

Es así como mi esposa —nunca satisfecha— dispone para el día a día, por ejemplo, de una batidora eléctrica, una trituradora de alimentos eléctrica, una máquina de hacer pan eléctrica, una batidora eléctrica, un secador eléctrico, unas pinzas para el cabello eléctricas, un masajeador eléctrico, un horno eléctrico, una tostadora eléctrica, una lavadora eléctrica, un asador eléctrico, una batería de cocina eléctrica, una tetera eléctrica, una ducha eléctrica, un depilador eléctrico, un despertador eléctrico, un kit de cuchillos eléctrico, un juego de rulos eléctrico, una máquina lavaplatos eléctrica, un calentador eléctrico, una olla eléctrica para el arroz, un ventilador eléctrico, inclusive de una vieja máquina de escribir eléctrica, una aspiradora eléctrica, una estufa eléctrica, una plancha eléctrica, un picador de hielo eléctrico, un abrelatas eléctrico, un sacacorchos eléctrico, una máquina para aeróbicos eléctrica, una guitarra eléctrica, un aparato para pancakes eléctrico, un congelador eléctrico, un aparato multiusos de cocina eléctrico, una máquina de coser eléctrica, tanto como de una cafetera eléctrica, un calentador de agua eléctrico, un par de mantas eléctricas, un vaporizador eléctrico, una brilladora eléctrica, un cortauñas eléctrico, un cepillo dental eléctrico, una mecedora eléctrica, un trapeador eléctrico, en los jardines un complejo de cercas eléctricas, en fin, todo ello, naturalmente, sin contar otros aparatos y servicios conectados a la red eléctrica como son los sistemas de calefacción para el verano, de refrigeración para la época fría, el timbre, la alarma, el circuito cerrado de televisión para la seguridad, cinco faroles exteriores, la calefacción y las luces de la piscina, la iluminación del campo de tenis, el motor del jacuzzi, la cámara de bronceado, así como los cargadores de batería de los teléfonos celulares, los cargadores de las cámaras de fotografía y de video, más el refrigerador, los focos de luz en toda la casa, tres enormes lámparas colgantes de murano en el área social, cinco de mesa en la sala, otras cuatro en las habitaciones, tres televisores de pantalla gigante con sus respectivos teatros en casa o home-theater, la nevera, la lavadora, la secadora de ropa, la licuadora, el horno microondas, los equipos de sonido en las cuatro habitaciones, un par de reproductores de música MP3 y MP4, el karaoke en la sala de juegos, tres aparatos para el DVD, dos computadoras, un impresora, lo cual, por supuesto, y aunque parezca redundante, me electriza, pues —¡quién lo creyera!— cuenta, además, con el servicio de un ingeniero electrónico particular para cada marca de aparato —sus favoritas son, obviamente, Electrolux y General Electric—, y no he mencionado la existencia de un par de electricistas de cabecera.

Inmersos como hemos vivido en aquel ruidoso universo eléctrico, de electrodomésticos y de aparatos electrónicos, un buen día en que ocurrió un corto circuito en el sector y nos quedamos sin servicio de energía, y cuando por fin reinó un silencio casi celestial, de súbito ella, desesperada, compulsiva, inconforme, abatida, inconsolable, energúmena, histérica, al punto de las lágrimas, me exigió en tono de reclamo, dirigiéndose a la sala de televisión: "¡Caramba!, viéndolo bien, aquí tenemos un montón de aparatos eléctricos, acumulados en tantos años de matrimonio, y sin embargo, ¡fíjate, gran imbécil!, carecemos de algo esencial, y es que no tenemos nada, absolutamente nada, ¡en dónde sentarnos...!", lo cual, sinceramente, reñía con la verdad.

Y así fue subiendo el tono del sermón y aumentando el calibre de los adjetivos: "¡Por tu culpa, rata asquerosa!" —me increpó, arañándome y propinándome tremendo par de bofetones, coscorrones y una andanada de puños y puntapiés en las partes nobles— "¡aquí no hay en qué aplastarse a descansar!". Al cabo de 38 minutos de perorata —el incidente había comenzado exactamente a las 9 a.m., cuando ocurrió el apagón— y de proferirme toda suerte de agravios, para completar mi horror, su ofensiva fue, en términos de vocabulario, mucho más allá: "¡A ver si me entiendes mejor, gran cretino de mierda, bobo güevón, maricón, pirobo, gonorriento, gran cabrón, te estoy diciendo que en esta malparida casa no hay dónde poner el hijueputa culo!". Desorbitados los ojos, jadeante y con una nube espuma en la boca, a estas alturas ya mi esposa esgrimía un enorme cuchillo.

En verdad, aquí no le quito ni le agrego una coma al inventario, ni a la relación de los hechos. Con los labios anestesiados y manando sangre y con los testículos a punto de estallar, me quedé frío, impotente, derrotado, sin palabras, ante tan exagerado, enojoso, injusto y peligroso reclamo, y sobre todo porque me he pasado la existencia comprando y comprando aparatos y aparatos eléctricos—muchos de los cuales ya ni usa— para satisfacer la mínima exigencia de mi mujer.

Planteadas así las cosas, y aún tenga que vender uno de nuestros tres vehículos del año —no importa si el 4x4 negro de la Mercedes Benz, el deportivo rojo de la BMW o el Porsche Carrera amarillo— hoy estoy pensando muy seriamente en que la respuesta definitiva a su clamor llegará en su próximo cumpleaños, dentro de ocho meses. Aunque resultará un poco costoso —y además porque la cuenta de la energía va a dispararse el día de su estreno, pues su uso consume 1.700 voltios— el regalito perfecto para nuestro hogar eléctrico será irremediablemente el que aparece abajo de estas líneas y con el cual podrá, eso creo, descansar... ¡definitivamente!
Entre tanto, no dejo de pensar que estoy casado con doña "Tengo Razón". Sólo que no sabía que su segundo apellido fuera "¡Siempre!"

Y es que hoy ya completo 18 meses, tres días y veintinueve minutos en que no hablo con ella. Y es porque, simplemente, ¡no me gusta interrumpirla...!

No he narrado aquí que hace quince días nuestra cortadora de césped (¡eléctrica!) se estropeó, a lo cual mi mujer me colmó la paciencia dándome a entender que yo y nadie más que yo, que no hago más que trabajar y trabajar, debería repararla. En honor a la verdad, siempre acababa yo teniendo otras cosas mucho más importantes que atender, tales como lavar el coche, ir adonde el peluquero, hacer un informe contable o financiero de la oficina, etc. En fin, asuntos de mayor trascendencia.

En ese estado de cosas, un buen día ella se ideó un modo de convencerme, muy efectivo, muy sutil. Exhausto del trabajo, cuando regresé a casa la encontré agachada en el césped, que estaba bastante crecido, y ella, ocupadísima, estaba recortándolo con su... ¡tijerita de costura! Ver para creer. ¿Para qué exagerar? Aquella escena y su protagonista me tocaron el alma en lo más profundo. ¡Como nunca había ocurrido!

Es cierto: Me emocioné, me confundí, me impresioné mucho. Fue así como decidí entrar en casa para buscar una alternativa a este hecho insólito que sacudía mis entrañas. Al cabo de unos minutos, regresé a la zona del prado llevándole su cepillo de dientes. Mientras le hacía entrega del cepillo, se me ocurrió decirle: "Cariño, cuando termines con el césped, ¿podrías también barrer el patio...?"

Después de aquel episodio, francamente no me acuerdo de nada. A duras penas de mi nombre. Mi mente está pasmada, verdaderamente en blanco. Aunque el escepticismo de los médicos salta a la vista, ellos me prometen que podré volver a caminar. Pero, definitivamente, me preocupa mucho que mi mujer, que suele anticiparse a todo, incluso a mis pensamientos más recónditos, se me adelante, con motivo de mi cumpleaños, que es pasado mañana, con un regalo que es más bien un diagnóstico, y cuyas características son las siguientes:
Moraleja: El matrimonio es una relación entre dos personas, en la que una siempre tiene la razón y la otra es, necesariamente..., ¡el marido!

lunes, 17 de agosto de 2009

Los colmos

—¿Sabes cuál es el colmo de todos los colmos?
Que un mudo le diga a un sordo que el ciego lo está mirando.
— El colmo de un nórdico: Vivir en Estocolmo.
—El colmo de un zapatero y sus zapatos: Llevar ambos una vida arrastrada.
—El colmo de un herrero: Tener un hijo tras las rejas.
—El colmo de un árbitro: Vivir en la pitadora.
—El colmo de un oso panda: Que le saquen una foto en color y que salga blanco y negro.
--El colmo de una cebra: Que en el zoológico la mantengan a raya.
—El colmo de un electricista: Que no le sigan la corriente.
—El colmo de otro electricista: Meterse al río, y que se lo lleve la corriente.
—El colmo de una azafata ninfómana: Hacer el amor con el piloto automático.
—El colmo de una costurera: En toda conversación, perder el hilo.
—El colmo de un astronauta: Quejarse porque en su apartamento no hay espacio.
—El colmo de un médico: Que su hijo enfermo le salga cura.
—El colmo de un discapacitado: Que al morir, estire la pata.
—El colmo de un bombero: Que su mujer lo encienda a golpes.
—El colmo de un diskette: Tomar Viagra para convertirse en disco duro.
—El colmo de un pescador: Pescar un resfriado.
—El colmo de un jardinero. Que su hija se llame Azucena Del Campo y que el novio la deje plantada.
—El colmo de otro jardinero: Obsesionarse con Rosa Margarita Flores Montaña Laverde Del Río.
--El colmo de un nadador: Ir a donde el siquiatra para desahogarse.
—El colmo de un jorobado: Estudiar Derecho.
—El colmo de la confianza: Dos caníbales haciendo “El 69”.
—El colmo de un ciego: Que después de enamorarse a primera vista, su mujer viva advirtiéndole: "Al cruzar la calle, ¡mucho ojo!".
—El colmo de un arquitecto: Construir castillos en el aire.
—El colmo de un forzudo: Doblar una esquina.
—El colmo más pequeño de todos: Obviamente..., ¡el colmillo!
—El colmo de otro albañil: Llamarse Armando Paredes De las Casas.
—El colmo de un carpintero: Tener que cepillar al jefe, andar con una pata de palo, tener un hijo listón y una hija cómoda.
--El colmo de un ebanista: Que todo el tiempo sus enemigos le estén dando madera.
—El colmo de un carpintero miedoso: Vivir diciendo: “¡Yo más bien, toco madera!”.
—El colmo de un caballo: Tener silla y nunca poder sentarse.
—El colmo de un odontólogo: Estar armado hasta los dientes.
—El colmo de un gallo de pelea: Que a la hora de combatir, la piel se le ponga de gallina.
—El colmo del infortunio: Que a un hombre se lo lleve el putas, y después lo deje caer.
—El colmo de un flaco: Cruzar los brazos y parecer signo de veneno.
—El colmo de un calvo: Salvarse por un pelito.
—El colmo de un vicioso con escrúpulos: Armar cigarros con papel higiénico.
—El colmo de un fotógrafo: Tener que retractarse cuando se le rebelen los hijos.
—El colmo de un elefantico: Comer mocos.
—El colmo de un futbolista mexicano: Que lo echen del equipo porque no sirve para taco.
—El colmo de un futbolista argentino: Que le salga un hijo pelota.
—El colmo de un futbolista colombiano: Tener que colgar los guayos porque en un tobillo le salió una bola.
—El colmo de un cantante lírico: No haber tenido nunca un plácido domingo.
—El colmo de una pianista: Que le toquen las teclas.
—El colmo de un carnicero: Que un hijo le salga chimbo.
—El colmo de un ciego: Llamarse Casimiro, vivir en el noveno B, de la calle Buenavista y vender cerrojos.
—El colmo de un revólver: Que en vez de gatillo, tenga un perrillo.
—El como de un fusil: Que una escopeta le haga pistola.
—El colmo de un computador: Resultar con el virus A H1 N1.
—El colmo de un caballo de raza atropellado: Ser pura sangre.
—El colmo de un electricista: Electrocutarse con una pila de mierda.
—El colmo de un panadero: Que su mujer lo encuentre con las manos en la masa.
—El colmo de un robot: Tener los nervios de acero.
—El colmo de un arquitecto: Trazar líneas con la regla de su mujer.
—El colmo del mentiroso: Inundar de flatulencias el velorio y culpar al difunto.
—El colmo de un travesty: Sentarse sobre un tomate y ponerse a gritar: “¡Me vino, me vino!”.
—El colmo de un soldador: Tener un hijo soldado.
—El colmo de un carnicero: Decir que le importa un chorizo que su hija ya esté jamona.
—El colmo de un plomero: Que al mismo tiempo le dé gota, cataratas en los ojos y que por todo la boca se le haga agua.
--El colmo de otro plomero: Quedarse sin amigos, por goterero.
—El colmo de un albañil: Tener un hijo tan cerrado como una tapia.
—El colmo de la paciencia: Limpiarse el culo con papel picado.
—El colmo de la mala suerte: Tirarse en un pajar y clavarse la aguja
—El colmo de un sastre: Tener varios hijos botones.
—El colmo de un payaso: Tener que tirar seriedad.
—El colmo de un asesino: Matar el tiempo.
—El colmo de un músico: Que al perder el conocimiento, en lugar de volver en sí, vuelva en do.
—El colmo de un mago: Echarse un polvo y desaparecer en el acto.
—El colmo de un calvo: No tener pelos en la lengua.
—El colmo de un pirata: Quejarse porque le vendieron CDs y películas legales.
—El colmo de la humillación: Que a un hombre le estén dando por el culo, y además tenga que pedirle perdón a su verdugo por darle la espalda.

lunes, 3 de agosto de 2009

Mujeres vengadoras

Cada una de estas tres mujeres ha sido protagonista de episodios que su contraparte masculina no quisiera enfrentar nunca. Hastiadas de tanto maltrato y de tanta malquerencia, ellas encarnan personajes que alguna vez sentenciaron a sus parejas: "¡Hasta aquí nos trajo el río! ¡No más!".

VENGANZA NUMERO 1

"Hoy mi hija cumple 18 años...", pensó para sí el marido, y se declaró enormemente feliz porque en aquella fecha realizaría el último pago de la pensión alimenticia, dinero que con rabia había girándole a su odiada exmujer. En efecto, la niña se hacía mayor de edad y de paso expiraba la obligación alimentaria del hombre ante la ley.

Así que llamó a su hijita para que viniera a la casa donde vivía el individuo. Al verla llegar, el hmbre le confió a la adolescente: "Hijita, quiero que lleves este cheque a casa de tu mamá y este papelito".

Escrito a mano, el mensaje consignaba lo siguiente: "¡Este es el último maldito cheque que va recibir de mí en todo lo que le queda de su gran puta vida!". Al tiempo que le entregaba el papelito en un sobre cerrado, el hombre pidió a la niña: "Quiero que me digas la cara y la expresión que pone tu mamá cuando lea el mensaje".

Así que la hija fue a entregar el cheque a la madre. A su turno, el hombre estaba ansioso por saber lo que "la bruja" tenía que decir y qué cara pondría. Días después, cuando la hijita retornó a casa, el hombre le preguntó inmediatamente:

—¿Qué fue lo que te dijo tu madre? ¿Cómo reaccionó a mi mensaje de aquel día?
—"Mami me dijo", contestó la niña, "que justamente estaba esperando ese día para decirte que tú no sólamente eres un cornudo de mierda, sino que tampoco, y mucho menos, eres mi papá...".

VENGANZA NUMERO 2

Un hombre que siempre molestaba a su mujer con bromas bastante pesadas, muchas de las cuales la ponían en ridículo público, pasó un día por la casa de unos amigos para que lo acompañaran al aeropuerto a despedir a su esposa que viajaba a París en misión de trabajo.

A la salida de inmigración, frente a todo el mundo, él le desea buen viaje y en tono burlón le grita: —¡Amor, no te olvides de traerme una hermosa francesita bien linda! ¡Ja, ja, ja!

Ella bajó la cabeza y se embarcó muy molesta. Cinco años después, de nuevo el marido les pidió a sus amigos que lo acompañasen al aeropuerto a recibirla. Al verla llegar, lo primero que le grita a toda voz es:
—"Mi amor, ¿me trajiste mi francesita?
—Hice todo lo posible, contesta ella. "Cinco años en París no fueron sólo de trabajo. Ahora sólo tenemos que rezar para que nazca niña. Había que intentarlo, ¿verdad?".

VENGANZA NUMERO 3

El marido, en su lecho de muerte, llama a su mujer. Con voz ronca y ya débil, le dice:

—Muy bien, llegó mi hora, pero antes quiero hacerte una confesión.
—No, no, tranquilo, tú no debes hacer ningún esfuerzo, clama la esposa.
—Pero, mujer, es preciso, insiste el marido "Es preciso morir en paz. Te quiero confesar algo".
—¡Está bien, está bien!, acepta la mujer. "Entonces, ¡habla!, ¡habla!", dice ella.
—Esposa mía: Imagínate que me he acostado con tu hermana, con tu mamá y con tu mejor amiga, confiesa el anciano moribundo.
—¡Lo sé, lo sé, lo sé!, replica ella, con suficiente aire de tranquilidad.
—¿Y eso, mi amor, cómo lo supiste?, pregunta él. "¿Ya lo sabías?".
—¡Claro, viejo, hace rato, pero mucho rato! Por eso, gran hijo de puta, ahora mismo estás jetiando, ¡porque esta mañana te envenené el desayuno, malparido!